domingo, 7 de febrero de 2010

¿He de darte las gracias?

A lo largo de la historia de la Humanidad, la ciencia ha ido avanzando. Y la sociedad ha evolucionado con ella, cambiando sus primitivas formas por otras cada vez más complejas y artificiales, más acordes con la mentalidad científica del momento. La ciencia, casi siempre envuelta en el disfraz de técnica, ha revolucionado el mundo, desde la fase natural en la que surgimos hasta la tecnología actual.

Pero, ¿la ciencia ha perfeccionado a la sociedad o la ha destrozado? ¿El conocimiento científico marca un paso adelante para el ser humano o un retroceso?

Desde un punto de vista biológico y evolutivo, la ciencia ha demostrado ser el mayor hallazgo. Ha convertido a un pequeño género en uno de los grupos dominantes de la biosfera, habiendo colonizado ya cinco de los seis continentes, desplazado a un número ingente de especies y, prácticamente, garantizado su supervivencia evolutiva. Gracias a la ciencia hoy nuestra vida diaria es mucho más cómoda que la de nuestros ancestros: la esperanza de vida es más alta, el desgaste físico es menor, se dispone de tiempo libre e, incluso, la mayoría de la población se dedica a elaborar bienes no directamente relacionados con las necesidades biológicas.

Por tanto, contemplando el asunto desde este punto de vista, no sólo no tenemos nada que objetar a la ciencia, sino que le debemos mucho. Pero tal vez el daño que nos ha causado la ciencia sea de una naturaleza diferente, tal vez puramente mental y psicológico.

¿Es eso cierto? ¿Han deformado las leyes científicas, la racionalidad y las repuestas, la mentalidad humana? Ciertamente, y como arguyen los críticos, nos han alejado de nuestro origen, del viejo concepto de “naturaleza”. ¿Pero es eso reprochable? No lo creo. ¿Vive más feliz el mono, en esa supuesta “armonía con el medio” (no me entretendré en desmentir esta falacia seudoliteraria) que presuponen los ecologistas? No, simplemente porque el mono no tiene la suficiente conciencia ni complejidad emocional como para ser feliz.

Y es que la misma evolución cerebral que permitió la ciencia nos permite también la felicidad (la conciencia del bienestar), de la que quedan privados los demás seres vivos. Y si a alguien le desagradan las teorías o los pensamientos científicos, y cree o más ventajosos o mejores para su salud emocional otros tipos de conocimientos, es libre de rechazar como absoluta la ciencia, y recoger, sin ideologías adjuntas, los frutos de su hija la técnica.

No encuentro, entonces, ninguna objeción a la ciencia, y enaltezco su labor. Aun así, como parece estar de moda despreciar el progreso y pretender vivir como hace siglos(¿se me permite decir como salvajes?), tendré que decir esto bajito, no vayan lincharme por carcamal. Suena irónico.

1 comentario:

  1. Creo que el elogio es excesivo en cuanto a no ver ningún punto negro. Es más, me parece reduccionista pretender equiparar sin más el pensamiento racional con el científico (aún estando de acuerdo en la importancia de la cienica). Por otra parte, no todo el ecologismo es tan mítico ni pretende volver a los orígenes pretecnológicos, sino que hay de todo como en botica.

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